Sepan cuantos vieren...

"El gusto actual por la historia deriva de la
necesidad del hombre moderno de encontrar
un pasado en el que se sienta integrado".

De esta forma argumentaba el historiador francés Philippe Ariès (1914-1984) el interés que la Historia suscita entre cada vez más y más personas. No se trata solo del estudio de las grandes figuras, los momentos cumbres de la evolución de una nación o de un hecho significativo a escala internacional. Es el conocimiento de la denominada Microhistoria o Historia local, lo que ha conseguido que los individuos se sientan cada vez más identificados con un pasado, con un lugar, con una historia.

Ariés centró sus primeros trabajos en el estudio de la Demografía histórica, lo cual viene muy al hilo de lo que usted, querido lector, podrá encontrar en está página.
Es el estudio de las relaciones sociales, tanto familiares como locales, donde las ancestrales preguntas sobre el origen y la iden
tidad del individuo encontrarán respuestas... aunque estas sean someras y circunstanciales.

Aquí se lanzarán ideas sobre como iniciar una investigación genealógica, cuáles son las herramientas que tenemos a nuestros alcance, trabajo de campo, lugares, tipologías de toda clase, bibliografía, anécdotas, etc. Es decir, una miscelánea cuyo único fin es el de tender una mano amiga a todos aquellos que quieran iniciarse en el mundo de la Genealogía.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Rostros sin nombre y nombres sin rostro

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?

Éstas son dos de las preguntas que desde nuestra más tierna infancia nos han dicho que mueven el espíritu del ser humano, nuestras conciencias, nuestros anhelos. Éstas son de esas preguntas categorizadas de retóricas por el mero hecho de filosofar sobre la ausencia de una respuesta clara que disipe las brumas de nuestra insignificancia.
En este blog verán cómo a través de la investigación genealógica podremos reducir la inmensidad de estas cuestiones, a la par que damos una tímida respuesta que nos situé a nosotros y nuestras raíces más cercanas en un marco geográfico e histórico concreto. Se acabaron las generalidades aquellas de "nuestros antepasados" hicieron ésto, o "nosotros" (entendido como ente identitario) hicimos aquello en tal momento. También se acabaron aquellas afirmaciones categóricas que pululan a nivel general, esas que afirmaban que tal o cuál apellido proviene de judíos, de la región norte de vaya a saber qué río o de aquel personaje histórico. Es hora de desvelar hasta qué punto somos herencia de un sinfín de azares superpuestos en la línea del tiempo. Es la hora de saber quiénes fueron nuestros antepasados, dónde residieron, qué tipo de vida llevaron y cuáles fueron las fuerzas que gobernaron su vida.

Dicho esto, qué fácil parece todo visto desde una perspectiva de once años. ¡Once años!
Recuerdo como su fuera ayer cuando revolvía en los cajones de mis abuelos en búsqueda de tesoros, de secretos o artilúgios cuando encontré aquellas cajas de latón, aquellos sobres ajados por el tiempo, aquellos álbumes cubiertos de una fina capa de polvo. En ese momento ignoraba el tesoro que tenía entre mis manos, pero no tarde en sentirme atraído por aquellos rostros del pasado mirándome impertérritos desde su umbral temporal, inamovibles, casi hieráticos... pero cercanos. ¿Quiénes eran?

Fue mi pasión por la fotografía lo que me movío a reorganizar aquel archivo fotográfico recopilado década tras década, generación tras generación. Y lo primero fue describir someramente todas y cada una de las instantáneas. Y de nuevo la misma pregunta: ¿Quiénes eran?
Al final comprendí que aquella cuestión, ese leitmotiv que me perseguía, me conducía a una respuesta todavía más enigmática: ¿Quién soy?

Fue en los mayores de mi casa donde encontré mayor solución a mis dilemas. Mis abuelos, los tres que por aquel entonces compartían tiempo conmigo, me brindaron todo lujo de detalles, información, nombres, apellidos, fechas, anécdotas y algún que otro secreto sobre esos rostros. Algunas de las caras me fueron fáciles de reconocer, pues no todos los reflejados en las fotografías habían desaparecido. Pero para alguien tan alejado de esas vidas, resultaría muy difícil identificar a todos y cada uno de ellos.
La angustia hizo presa de mi porque, aunque las imágenes quedaron descritas y las personas identificadas, ¿Cómo sabrían dentro de varias décadas quiénes eran esos rostros con nombre? ¿Cómo enlazarían la vida de alguién que había muerto hacía 100 años con su propia existencia? Se hizo imperiosa la necesidad de acompañar el archivo fotográfico con un esquema familiar donde se recogieran todos y cada uno de los miembros descritos en las imágenes, guardando rigurosa relación de parentesco.

Así fue como empecé a sufrir los primeros síntomas de esta fiebre, la Genealogía, mal de muchos que subyugados por el afán de saber su propia historia se sumergen en el maravilloso mundo de la investigación familiar.